Fue alrededor de marzo que noto la convocatoria
que en unos meses me llevaría a otro continente y, sin altas expectativas,
solicité. El resultado: tres meses estudiando en España, el sueño de todo
humanista. Desde pequeños, en las clases de historia y español, escuchamos como
muchos de los grandes próceres completaron estudios en España. Segundo Ruiz
Belvis (1829-1887), José Gautier Benítez (1848 -1880), José Celso Barbosa
(1857-1921), Román Baldorioty de Castro (1822-1889), Federico Degetau y
González (1862-1914), solo por mencionar algunos, fueron próceres
puertorriqueños que, por su estatus económico, tuvieron acceso a algunas de las
universidades más importantes de su época. Desde políticos hasta autores
reconocidos mundialmente, la lista es interminable.
En unos breves meses,
llegó septiembre y el viaje era inminente. Es así como el día 6 comenzó la
aventura. Luego de dos vuelos, y trece horas contando atrasos y escalas,
aterrizo en Madrid. En pocas horas arribé a mi destino final, Toledo. Desde que
me bajé del bus sentí un aire de alivio, un contraste a la cotidianidad
puertorriqueña. En el ambiente se puede respirar paz, tranquilidad, un paso más
calmado por la vida. Sentí que me podía detener a observar mi alrededor, vivir
en el presente. Conforme pasan los días, ese sentimiento se profundizó.
Mientras exploraba la ciudad, quedaba asombrado
con lo que allí veía. La antigüedad del casco urbano hacía sentir una
experiencia surreal. Todo se ve tan perfecto que invita a cuestionar si es real
o si es un montaje digno de un parque de diversiones, como lo es la recreación
del Diagon Alley de Harry Potter en Universal Orlando. Mientras caminaba por las
calles no podía evitar pensar como debió haber sido la vida allí hace 50, 100 o
500 años. ¿Qué seguirá igual? ¿Qué habrá cambiado? ¿Cómo habrá sido la vida
diaria de las personas? ¿Cómo habrán vestido y que tan cómodo habrá sido para
llevar a cabo las actividades básicas como recolectar agua o ir al mercado? Si
ahora hay que caminar bastante para moverse, afortunadamente no es para buscar
agua en el río, hace 100 años debió ser mucho más complicado.
Una preocupación mayor al viajar al extranjero son
los choques culturales. Entender la cultura local es primordial para ello y,
luego de 3 semanas, aun sigo adentrándome en el proceso. Ajustarse a un nuevo
estilo de vida no es fácil. Desde cambios en tus patrones de sueno hasta en la
alimentación. Personalmente, de hambre nunca moriré. La gastronomía de los
lugares me fascina y aquí no fue la excepción. La dieta ha sido de las
adaptaciones más fáciles. Los horarios de comida… eso es otra historia. En mi
país, de solo pensar en comida ya estaría comiendo. Desde que llegué acá es
como si mi apetito aumentara drásticamente, y por falta de comida no es. Admito
que hay veces que el hambre es tanta que no me aguanto, pero en la mayoría de
las ocasiones trato de esperar para no estropear mi apetito y acostumbrarme a
los periodos de comida españoles. Hacer desayunos leves y esperar tanto entre
comidas no ha sido algo fácil para acostumbrarse, pero definitivamente he
logrado que sea menos tedioso aunque no niego que aún me falta camino por
recorrer.
Igual que a los horarios
de comer, los horarios de actividad han sido algo distintos también. La luz del
sol dura tanto que, comparado con lo que estoy acostumbrado, el día es mucho
más largo. Entonces, si el día es más largo, la noche igual. Muchos lugares
cierran a las 21 horas, más algunos los he visto abiertos hasta las 23 horas.
Los horarios más largos para poder hacer diligencias o simplemente explorar
hacen que sea más cómodo planificar tu día, o permitir que se desarrolle
espontáneamente. Sin embargo, para los amantes del sueño como yo significa
adaptar los patrones de sueño para maximizar tu tiempo acá. Después de todo,
son solo 3 meses.
Quizás todo esto suene
como si mi experiencia ha sido muy dura. La realidad… es otra. Desde que pisé
suelo español sentí una cierta pertenencia a este espacio. Hay algo que me
habla, que me llama. Siento una fuerza que me dice que hay algo por acá que me
espera. ¿Qué será, no se? Pero me quedan varias semanas, y quien sabe si parte
de mi vida en un futuro, para descifrarlo.
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